La poesía escapa de los libros para sacar a patadas a la gente de su zona de indolencia y de confort
Una nueva generación de poetas españoles ha puesto patas arriba la poesía en el intento de menoscabar la cultura social de nuestro tiempo y las democracias
parlamentarias que le dan fuelle
Pintadas de Neorrabioso en los contenedores.
Antes que el resultado de una
estrategia organizada, el “asalto poético” al sistema procede de un
movimiento heterogéneo y espontáneo que ha surgido en respuesta a la
(mala) situación del país. Unas jornadas celebradas en La Casa Invisible de Málaga
este fin de semana tratarán de arrojar alguna luz acerca de las
posibles alianzas que podrían establecerse entre esta legión de
creadores al servicio de lo público y los movimientos sociales. El
nombre del encuentro deja perfectamente claro cuáles son los móviles que
alientan a sus organizadores: “la poesía y la lucha por una voz común”.
¿Quiénes son estos poetas críticos que se han propuesto utilizar sus
creaciones para abrir alguna brecha en el sistema?
Tontos útiles
FOTO: ANA LAGO
En algunos casos, aunque no siempre, estos nuevos
poetas son la voz de quienes piensan que se ha traicionado el espíritu
horizontal de inspiración anarquista que caracterizó en sus inicios al 15-M. En
el discurso de algunos autores como el profesor universitario Felipe
Zapico (León, 1960) queda sobradamente acreditado lo que piensan de las
componendas y las concesiones: “Siempre señalando a tanto / tonto útil /
sin darme cuenta de que yo también lo era”, escribió Zapico, en clara
alusión al “decepcionante rumbo” que tomó el 15-M, paradigma de la
“revolución traicionada”. “Lo he sido [...] cada vez que he recorrido /
las calles gritando / sí se puede / no nos representan / no hay pan para
tanto chorizo / o cualquiera de aquellos eslóganes / que creí
espontáneos / arrebatadores / pero estaban diseñados con la máquina / de
consignas / al igual que cuando repartían / rotuladores / para escribir
/ la revolución no será televisada / mientras redactaban los guiones de
las /tertulias, los programas, las entrevistas”.
Esta nueva poesía se ha modificado por partida doble.
La primera transformación —la más obvia— tiene que ver con el contenido
de los versos, ahora abiertamente políticos, cuando no panfletarios. El
segundo y menos previsible de los cambios ha consistido en la búsqueda
de soportes y canales de difusión no tradicionales. Se ha reemplazado la
palabra escrita y el papel impreso por los recitales o los muros y hoy
los versos salen al paso de la gente, mucho más para inquietarla y
sacarla a patadas de su zona de indolencia y de confort que para
complacerla con pildorazos de belleza lírica o ejercicios florales.
El poeta catalán Cysko Muñoz se sirve, por ejemplo, de pizarras para
divulgar algunos poemas. Los versos son posteriormente distribuidos en
las redes mediante fotografías de sus acciones poéticas. Carecen a
menudo de un contenido político pero el modo en que da a conocer su
trabajo les confiere, per se, una dimensión social. Sacar la
poesía hasta la calle expresa de una forma implícita el deseo del poeta
de devolvérsela a la gente.
Sobre las paredes de las oficinas bancarias
Otro conocido ejemplo de los nuevos canales y
soportes de los que la poesía se está sirviendo para salir al encuentro
de la sociedad es el que proporciona el trabajo del poeta vasco
Batania-Neorrabioso, quien durante mucho tiempo compatibilizó la
publicación en las redes sociales con la divulgación de sus versos sobre los contenedores de basura y sobre las paredes de las oficinas de los bancos. Aunque
Batania se declara ajeno a cualquiera de estos nuevos movimientos, ha
terminado -probablemente a su pesar-, por convertirse en un santón de
esta poesía social de nuevo cuño. Nadie duda en situarlo a la cabeza de
la nómina de creadores más brillantes de esta generación de descastados,
junto a otros nombres influyentes como Ana Pérez Cañamares, Antonio
Orihuela, David González, Gsús Bonilla, Jorge Riechmann, Enrique Falcón,
David Trashumante o el ya citado Felipe Zapico.
En última instancia, le han robado la poesía a los
entornos académicos; la han desalojado de cualquiera de las torres de
marfil donde eventualmente pudiera todavía resistir, arrogantemente
ajena al desastre provocado por la recesión. Muchas veces, sin saberlo,
se han inspirado en las clásicas estrategias del terrorismo poético
formuladas por el ensayista norteamericano Hakim Bey a principios de los
noventa. Entre sus pasquines del anarquismo ontológico (1990), Bey
proponía servirse de “poemas garabateados en los lavabos del juzgado, de
pequeños fetiches abandonados en parques y restaurantes; de arte
impreso en fotocopias colocado bajo el limpiaparabrisas de los coches
aparcados; de consignas en grandes caracteres pegadas sobre las paredes
de los patios de recreo o de cartas anónimas enviadas a destinatarios
conocidos o al azar”.
Y es que, premeditada o inconscientemente,
algunos de estos poetas libertarios -sobre todo, los de los entornos
más orales- conectan más con Bey, con los padres del realismo sucio o
con iconos norteamericanos del “spoken word” como Gill Scott Heron que
con los referentes de la poesía social del siglo pasado. A diferencia de
algunos de estos últimos, la nueva generación de creadores no trabaja
ya para “el partido”, sino en contra de todos los partidos. Un aforismo
de Batania concreta la atmósfera política dentro de la que se desarrolla
su trabajo: “El comunismo cree; el anarquismo crea”.
“El
15-M fue un revulsivo a cuyo remolque surgieron muchos libros de poesía
reivindicativa. Durante el siglo XX, estaba todo mediatizado por “el
partido”. Ahora se ha producido una fractura entre quienes simpatizan
con la formación morada y quienes como yo, vamos por libre, o por la
senda libertaria”, sostiene Zapico.
En cierto modo, este movimiento es a la poesía lo que el punk fue al rock sinfónico. De la misma forma que Sid Vicious descubrió que no era imprescindible saber tocar el bajo para subirse a un escenario,
muchos han aprendido a armar sus rimas partiendo de la base de que lo
importante es participar o lo que es lo mismo, hacer uso de la palabra.
Visto así, la provocación es el poema, cuyos límites se confunden a
menudo con el del propio recital, que adopta la forma de espectáculo.
La poesía es sexy
Una parte significativa de esta nueva poesía es
deliberadamente anti académica y, a veces, también, fácil. Esto no es, a
juicio de los poetas, necesariamente malo, especialmente si se
considera que una de las finalidades del movimiento -si es que existe
como tal- es extender el uso de la palabra o, mejor todavía, persuadir a
la gente de que la poesía es sexy.
Los que escriben ahora no son cuatro intelectuales
de la gauche divine haciendo suya la voz del paria porque la
intelligentsia, tal y como se entendía, ha muerto. Hoy los poetas son
los parias; los poetas son tú. Y lo que es más importante aún, “la
poesía ya no es un vehículo para hablar de la miseria, sino para operar
sobre ella”, asegura David Trashumante, heterónimo del riojano David
Moreno Hernández (Logroño, 1978), uno de los autores presentes en las
citadas jornadas sobre poesía y movimientos sociales que se celebran en
la Casa Invisible de Málaga este fin de semana.
Uno de los organizadores del encuentro, Alejandro
Ruiz, cree que sería ingenuo pensar que un fenómeno tan minoritario
tiene la capacidad precisa para provocar transformaciones significativas
del sistema. “A pesar de ello, estamos convencidos de que los poetas
podemos colaborar con los movimientos sociales investigando los procesos
subjetivos que conducen al cambio dentro de una persona”, asegura.
“Por ilustrarlo de un modo más concreto, la idea no es denunciar sólo la injusticia que sufren los afectados por las hipotecas de la PAH, sino
poetizar su experiencia personal y el dolor que ello entraña. Muchas de
las personas que acuden en busca de ayuda se avergüenzan de la pérdida
de su vivienda porque lo perciben como un fracaso personal y sienten que
tener que acudir a una casa de okupas en busca de ayuda les sitúa entre
lo más bajo de la sociedad. La poesía convenientemente humanizada
brinda herramientas para mostrarles las causas políticas de su
descalabro y para que perciban oportunidades de implicarse en la lucha
allá donde sólo veían roña. En tal sentido, entendemos la poesía como
una forma de investigación, antes que de expresión”.
Bukowski conoce a Bertold Bretch
En palabras de David Trashumante, existe una clara
conexión entre la llamada poesía de la conciencia crítica con la de la
experiencia. Gente como Karmelo Iribarren o Roger Wolfe allanaron el
terreno al desacralizar la lirica. “Cierto es que orillaban por sistema
la política para poner el acento en sus experiencias individuales, pero
el giro formal que dieron hacia el coloquialismo fue, por así decirlo,
uno de los primeros pasos del proceso. La poesía dejó de retratar y proyectar lo excelso cuando se pobló de fracasados.
A partir de ahí, otros creadores dieron una
vuelta más de tuerca y se enfangaron cuando comenzaron, además, a
interesarse por lo que sucedía en torno suyo”, afirma Trashumante. No
existen fechas precisas de cuándo se dio este paso al frente, pero hay
un acuerdo casi unánime acerca de que muchos de los poetas que
frecuentan la llamada poesía de la conciencia crítica se reconocieron
como grupo a través de Voces del Extremo, de Antonio Orihuela. Tanto a éste como a Falcón se les atribuye la paternidad más inmediata de este,
por así decir, “niño bastardo”.
“A diferencia de lo que ocurría
en los cincuenta, esta nueva generación de creadores procede de entornos
rurales, de barrios marginales o, en todo caso, de estratos sociales
humildes”, añade Trashumante. No escriben desde las alturas ni desde la
empatía que les provoca el dolor de su pueblo porque ellos mismos forman
parte de ese pueblo y de ese sufrimiento.
Desempleado y poeta
FOTO: FERRAN BARBER
Este es el caso, por ejemplo, de Gsús Bonilla, un
desempleado de larga duración, paleta de profesión, que ha encontrado en
la poesía una forma de aliviar sus propias circunstancias personales.
“Rememoro el silbido de la pelota de goma, el vacío de la cuenca del ojo
[...]”, escribió Bonilla en Comida para perros, probablemente, el
primer poemario español de la historia dedicado a la policía anti
disturbios.
“Es el quinto año que llevo en el paro y cobro
cuatrocientos euros. Ya he dejado incluso de sentir ira. He pasado del
odio al pasotismo. Pero obviamente, es complicado separar estas
situaciones tan complejas que hemos vivido en propias carnes de tu
propia producción literaria”, dice Bonilla.
El poeta colabora actualmente en un proyecto
conocido como Caja de Resistencia, una revista semestral gestionada de
manera asamblearia cuyo objetivo principal es reflejar, potenciar e
impulsar la poesía crítica. Para ello, la revista ofrece tanto poemas en
verso como propuestas de poesía visual y escénica, así como una sección
dedicada a la reflexión teórica mediante conversaciones o ensayos. Uno
de los padres del proyecto -Alberto García Teresa- es también el autor
de la hasta ahora única tesis que trata de explicar este nuevo amanecer
de la poesía crítica española. Si hay un libro que, a su juicio, marca
un hito en el nacimiento de este género ese es Gallos de Bagdad
(Fernando Beltrán).
Mención aparte entre los adalides de estos
cambios merecen toda una generación de poetas conectados a la vertiente
más oral de la creación. Concretamente, junto a la poesía de la
conciencia crítica, han surgido dos tendencias nuevas que han
enriquecido el panorama. Una de ellas son las “jam” y la otra, los llamados “slams” de poesía.
Los
“slam” son un genero de literatura oral donde se mezcla la poesía y la
interpretación en un formato de competición en el que los "slammers" o
“poetas-concursantes” intentan ganarse al público con su texto, su voz y
sus habilidades escénicas. Las actuaciones duran hasta tres minutos y
el público interviene como jurado. Se trata de una suerte de espectáculo
que cuenta con ligas estatales e internacionales tanto en Estados
Unidos como en Europa.
En España, ya son veintiséis las ciudades adheridas al campeonato nacional de Poetry Slam.
Los primeros se celebraron en 2001, en el Margarita Blue de Barcelona. A
partir de 2010, esa misma ciudad comenzó a albergar una liga regular.
En torno a estos circuitos han destacado ciertos poetas como Dante
Alarido o Marçal Font i Espí, ganador de las ediciones de 2010-11 y
2011-12, además de campeón de España, en 2011, y semifinalista de la
Coup du Monde de Paris, en 2012.
El punto de arranque de todas
estas nuevas manifestaciones de la lírica fue la actividad poética de la
generación beat, de la que a su vez surgieron, por ese mismo orden, el
“spoken word” y más tarde, el hip hop. A diferencia de la poesía
crítica, la producción de los slams y de los jams suele estar mucho
menos politizada. Claro que el hecho de que concentren sus esfuerzos en
darle visibilidad a la palabra ya le confiere, de por sí, una utilidad
social.
Aparcando los prejuicios
Aunque por una vía diferente, también esta comunidad
de creadores ha logrado abrirle un hueco a la poesía fuera de los
espacios académicos y tradicionales. Además, estas diferentes líneas de
trabajo no son necesariamente incompatibles, ni exigen una exclusividad
inquebrantable. Muchos son los poetas que van saltando de unas a otras.
Así,
por ejemplo, el mencionado Font i Espí, claramente bregado en el
circuito de los slam, ha divulgado parte de su producción a través de
las redes sociales o los libros, del mismo modo que una de las poetas de
la conciencia crítica más influyentes del momento, Ana Pérez Cañamares
(Santa Cruz de Tenerife, 1968), se ha servido a menudo de soportes
diferentes al de la palabra escrita para dar a conocer sus poemas.
Ana Pérez Cañamares
Lo que comparten todos ellos es la atmósfera de su
trabajo abiertamente hostil a lo académico y a menudo, también, una
actitud personal libertaria que no todos proyectan en sus obras. “Ni con la poesía ni con el 15M, hemos conseguido derrocar al emperador”,
asegura Pérez Cañamares. “Pero ahora sabemos que todos los emperadores
están desnudos. Y eso significa que ya no tienen poder en nuestras
conciencias.
Hemos empezado por el principio. Ese principio que
olvidaban los que querían derrotar al emperador para poner otro o
ponerse ellos. Ponedle a esto los calificativos que queráis. Yo, como
estoy leyendo a Thoreau, lo llamaré "espíritu libre". No es una meta, es un humilde camino”, concluye la poeta canaria.
Henry David Thoreau
(1817 - 1862)
FUENTE: publico.es
Ferrán Barber - Barcelona
07/10/2016